Reflexionando

Últimamente estoy muy contenta por un cambio que se está produciendo en clase, desde hace ya varias semanas. Hay una personita maravillosa que, hasta hace bien poco, se enfadaba muy a menudo (a diario, e incluso dentro de un mismo día, varias veces) y cuando lo hacía, pegaba, empujaba, daba golpes con la mesa, la silla o con cualquier objeto que le pillara a mano ... Y eso me desesperaba. Pero estamos aprendiendo, esa personita y yo, a controlarlo. Ahora, cuando se enfada (y cada vez lo hace menos, la verdad) le digo con la voz más suave y más tranquila posible que es normal enfadarse, que a tod@s nos ocurre y que además tenemos necesidad de ello. Y que no pasa nada.

Pero que no voy a consentir que cuando se enoje haya malas consecuencias para l@s demás compañer@s o para el material del cole (gritos, peleas, objetos rotos...). DIGO SÍ AL ENFADO, NO A LA VIOLENCIA (es una emoción, y como tal, no puedo suprimirla, sólo gestionarla). Si hay que soltar esa rabia, se coge un cojín y se le golpea en un lugar apartado de la clase. Y si no estamos en clase, mejor ponerse un poco lejos de los demás hasta que llega la calma.

Ahora esa personita especial cada vez tiene más recursos y me sorprende gratamente cuando reconoce su enfado en voz alta, sin que nadie le pregunte nada, y elige golpear su cojín o apartarse (generalmente le gusta tumbarse boca abajo en la alfombra de juegos hasta que se le pasa...). Ya sabe, esa personita especial, que después de la tempestad llega la calma, y que cuando ya se ha ido ese enfado y ha pedido perdón a quien molestó, le daré un abrazo enorme porque lo ha hecho muy bien, ha controlado su ira.

... Y lo mejor de todo es cuando pillo a esa personita especial explicando a l@s demás lo que "no va a consentir". Me encanta. Jugar a las tortugas por fin tuvo su recompensa. Gracias Nádelin, por el esfuerzo que estás haciendo para crecer por dentro.